Algunas veces no sabemos acomodar las costumbres a las situaciones. Donde vivo escasea el aparcamiento. Es habitual que la gente espere a que un coche aparcado salga de su plaza para poder ocuparla. Por tanto, estamos acostumbrados a salir del aparcamiento deprisa y sin necesidad de mirar si viene alguien; el que podría venir está esperando, incluso agradecido de que nos vayamos.
Pero, por las mañanas cuando me voy de casa, hay un rato en el que aparecen muchas plazas para aparcar. Es el intervalo entre que salen los que van a trabajar y no han llegado los que trabajan en el barrio.
Hoy, por muy poco he podido esquivar un coche que ha salido de su plaza sin mirar. Posiblemente, debido a la costumbre y la falta de necesidad de hacerlo casi siempre. Pero a esa hora, lo habitual se revela como una mala costumbre.
Aunque también es posible que sea cosa de la hora. A la siete y media de la mañana es una hora muy mala para casi todos.
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