No deja de sorprenderme la cantidad de películas “hechas para televisión” que hay. De hecho, hay cadenas de televisión que parece que no puedan poner otro tipo de película. De entre ellas, el subgenero “basada en hechos reales” es el que más grima me da. Niños con enfermedades incurables y extrañas, dramas de mujeres divorciadas intentando reencontrase, historias de amor no aptas para diabéticos... En el momento en el que empiezas a verlas, hay algo en su estética que patina, que no encaja en los patrones habitales del cine de siempre.
Soy prácticamente capaz de ver casi cualquier película horrorosa. Series B, horribles películas de bichos semiarticulados o con malvados de caricatura. Pero incapaz de soportar el drama de una señora que no se encuentra a si misma en una familia con un marido poco comprensivo, una hija con la que no se entiende y un hijo con una enfermedad degenerativa. Lo cierto es que yo tampoco me encontraría. Donde me encontraría es lo más lejos posible de un asiento frente a esa película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario